Una novela egocéntrica, ecléctica y furiosa. Una novela que traspasa los límites de la literatura latinoamericana a la que estamos acostumbrados. Érase una vez el amor pero tuve que matarlo nos muestra una Colombia dura, espinosa y casi invivible en la que Bogotá es una Nueva York bajo el Ecuador y Cartagena una ciudad inmóvil. En este panorama, Reptil (Rep para los amigos), protagonista de la novela, irrumpe como un héroe de vitalidad cruel e iconoclasta, como un maestro de vida burlón y procaz dividido entre la agresividad y la desesperación. Quiere comenzar una nueva vida, olvidar a la muchacha que le abandonó, perderse en el infinito desorden de la metrópoli e inventarse una película y, mientras tanto, sobrellevar su existencia con sus mitos rock: el amor devastado de Sid Vicious y Nancy y el caos interior de Kurt Cobain. Efraim Medina nos muestra una vida que se decide en primera línea, siempre a dos pasos del vacío, en exuberante espectáculo erótico y en pasionales relaciones de amistad, alternando la ira y la alegría, en la que Rep vive marcado por la tempestuosa ansiedad de liberación, que es, a la postre, la de su autor. Censurada, temida y odiada, Érase una vez el amor pero tuve que matarlo ha corrido la misma suerte de su autor pero como él, ha sobrevivido a la estupidez y las balas. Efraim Medina Reyes es el más brillante, peligroso y sagaz escritor de la actual narrativa colombiana, y en esta novela da muestras de eficacia, sensibilidad sin límites (entendida como capacidad de moverse entre lo sublime y lo vulgar) y coraje. |