Alejandro Magno, a través de las salvajes montañas de Macedonia, a través de Troya, Egipto y Persia, expandió su imperio, conquistó tierras y arrasó ejércitos enteros. Pero también fue embajador de cultura y ciencia, de conocimientos políticos y avances sociales. Fue, en definitiva, un conquistador ilustrado, culto e inteligente que dejó una huella imperecedera y, a su muerte, tras una vida de gloria y triunfos, un vacío político que desgajó su imperio en pequeños reinos, huérfanos de su profunda sabiduría. |