A la edad de veinte años, Brahms se anunció a Schumann, y a través de Schumann al mundo, con tres sonatas para piano a gran escala. Su intensa autocrítica pronto le hizo retornar a Bach, a quien estaban redescubriendo afanosamente incluso los románticos absolutos de la escuela de Liszt. Brahms tomaría las lecciones del pasado más literalmente. Aparte de una serie de Ballades, retomó la forma variación, que le condujo a componer las conocidas obras sobre temas de Haendel y Paganini, aguzando su habilidad técnica y disciplinando su osadía anterior. Después parece haber perdido el interés por el piano durante un tiempo, pero durante la época de sus grandes obras orquestales lo retomó para componer grupos de piezas breves, un género al que se dedicó durante sus últimos años.
Al salir de la sala de conciertos después de haber escuchado una sinfonía o un concierto de Brahms, podemos reflexionar sobre su dominio general de la forma, o sobre su habilidad más específica en el desarrollo y combinación de ideas, pero lo que probablemente perdurará durante más tiempo en nuestra memoria son sus temas. |
