La inteligencia no es un regalo que nos cae sin más del cielo del genoma. Ser inteligente requiere esfuerzo, entrenamiento, voluntad, constancia. La inteligencia hay que merecerla porque es algo que se gana o se pierde día a día. De la inteligencia y de los peligros de confundir nuestros deseos con nuestras realidades nos habla este libro. De la necesidad de gestionar con prudencia y virtud tanto lo que ya tenemos como lo que todavía no tenemos pero deseamos llegar a tener. De la conveniencia de entender que el futuro es una ficción ética que genera consecuencias individuales y sociales. Una ficción que hay que escribir desde la responsabilidad y desde la necesaria convivencia con los otros. Porque ser inteligente es también ser entrelagente. De la emoción de la inteligencia a la inteligencia social. |