Danny Pearl, reportero de guerra del Wall Street Journal, desapareció en Karachi, Pakistán, a finales de 2001 cuando intentaba entrar en contacto con grupos presuntamente relacionados con Bin Laden. Los secuestradares, que exigían la vuelta a casa de prisioneros paquistaníes en Guantánamo, Cuba, tras no conseguir sus reivindicaciones, degollaron y decapitaron a Pearl. El mundo entero asistió conmocionado al trágico desenlace. Su esposa, Mariane Pearl, periodista como Danny y embarazada en ese momento, ha dado ahora el valiente paso de querer contar aquellas terribles y angustiosas cinco semanas de cautiverio, su dramático llamamiento a los secuestradores o sus vanos esfuerzos por rescatarle, como homenaje póstumo a la memoria de su marido. Este testimonio, vibrante y conmovedor, explica también el arriesgado trabajo de los reporteros de guerra, que miran a la muerte cara a cara, obteniendo como única recompensa descubrir la verdad. La trágica historia de Danny Pearl no sólo estremeció al mundo sino que nos advirtió sobre los peligros del periodismo de guerra, que tan bien conocemos en nuestro país por los recientes casos de Julio Anguita Parrado, José Couso o Ricardo Ortega, que dieron su vida a cambio de ofrecer la mejor información. |