Se dice que en la novela cabe todo: relatos, reflexiones, poemas, intuiciones... Pues en el ensayo también. Es una suerte de desarrollo de las ideas del autor, pero cuando está la historia iluminando el escenario es menester la cobertura documental. Eso sí, exponiéndolo todo de la forma más amena posible. Hacerlo a través del género epistolar, como en este libro, dialogando con el lector, es novedosamente sugerente. Simón Bolívar es figura recia y como tal ha sido tratado muchísimas veces. Hacerlo de una manera personal, buscando una peculiar atención de quien tiene el libro entre las manos, va más con los tiempos y se ajusta a la divulgación ágil requerida en nuestros días.
En esta obra vemos aquel paisaje histórico de finales del siglo XVIII y principios del XIX que cambiaría tanto el mundo; el intento del conde de Aranda por prevenir el conflicto que Ilevaba consigo el mantenimiento de la América virreinal; al joven Simón en sus pasos de adolescente por España; los avatares de la guerra de emancipación americana; el universo moral bolivariano, que tenemos todavía ahí como una posibilidad admirable; unas reflexiones sobre el carácter hispánico que, quiérase o no, está en el fonáo de la personalidad española e hispanoamericana; y una exaltación de la realidad de un sentimiento: el significado de pertenecer al reino de Cervantes. Cualesquiera que sean los esplendores o acabamientos que pudieran ocurrir al orbe hispánico, siempre permanecerá la Ilama de nuestro mejor patrimonio: nuestro idioma.
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