Alfred Jarry 1873-19071 escribe en francés como Lo hubiera hecho en castellano un Quevedo asociado con Góngora, que además fuera gran aficionado al, Arcípreste de Hita, a Fernando de Rojas y a la picaresca, sin lograr olvidar a nuestros barrocos tardíos. Lo hace, eso sí con infinita gracia y elegancia, abriendo a cada palabra infinitas puertas al campo. En ese caso al campo de una novela que no es tal, ya que incluye minitratados de patafísica y documentos judiciales que terminan convirtiéndose en relato de viajes imaginados por comarcas Ímaginarias, que son otras tantas escalas de una tavesía "de París a París por mar" en una especialísima criba que navega en tierra firme. Sus actores centrales son un doctor «nacido a los 63 años, edad que conservó toda su vida»; un Aguacil, metido a embargar las propiedades del doctor y que termina siendo una especie de esclavo y galeote de su embargado; y un «mono papión menos cino- que hidrocéfalo» que solo sabe decir en francés «Ha ha» y en castetáno algo al como «ah, ah», pero más bien «ja, ja». |