Pedro Pablo Rubens (1577-1640), reconocido como uno de los más versátiles e influyentes artistas de su tiempo, desarrolló asimismo una inteligente y difícil carrera diplomática que, por el contrario, resulta completamente desconocida para el gran público.Tal es el caso de su intervención, como agente secreto, en favor del español Felipe IV ante la corte inglesa de Carlos I sobre la cuestión del armisticio entre España e Inglaterra y sus aliados, las Provincias Unidas y Dinamarca; asunto enredado por el conde duque de Olivares en un doble juego, con Buckhingham por un lado y Richelieu por otro, y al fondo con la archiduquesa Isabel de Austria, gobernadora de Flandes y principal promotora política del pintor. Así, Rubens, "un completo caballero, elegante, de rostro agraciado, afable y grandemente simpático", según lo describe Cruzada Villaamil, autor del presente estudio, que hablaba con soltura en flamenco, alemán, francés, italiano, español e inglés, unirá sus méritos artísticos con los diplomáticos hasta lograr, no sin obstáculos, una posición social de inesperada relevancia (fue nombrado caballero por los reyes de Inglaterra y España) con la que paseará por las cortes europeas más influyentes. En este libro, Los Viajes de Rubens a España. Oficios diplomáticos de un pintor (1874), el historiador del arte y diplomático Gregorio Cruzada Villaamil analiza, en un estudio inobjetable e imprescindible aún, las gestiones diplomáticas del extraordinario pintor flamenco al servicio de la corona española, sus estancias en España, las relaciones, encargos, conquistas y fracasos, detalles todos que, en suma, vuelven a ser accesibles a través de la presente reedición histórica realizada por José Luis Sánchez.
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