A vista de paloma no tiene la pretensión de ser una autobiografía. El libro juega con mi nombre y es un largo, larguísimo, reportaje en el que, sin la pesadilla ni la esclavitud del minuto de una crónica radiofónica o televisiva, hablo de las muchas personas que me ha tocado en suerte conocer y los muchos acontecimientos y momentos de los que he tenido el privilegio de ser testigo. Hilvanarlos y escribirlos se debe a mi nieta Laura y a un pecado de orgullo. Una mañana, en Florencia, después del regreso de un viaje al minúsculo reino de Swazilandia, les conté a mis nietos anécdotas y curiosidades de este país. Después de narrarles mi periplo africano, Laura, muy seria, me dijo: «Nonna, qué bien cuentas todo... Déjalo contado». A vista de paloma está escrito pensando en Laura y en todos aquellos lectores que me harán el honor de leerlo, y está escrito con la ilusión y el deseo de que no les decepcione. |