«El idioma de Adán» es un libro situable en esa corriente que, en los últimos decenios, llamamos aquí «poesía metafísica». Javier Cano intenta dar cuerpo lingüístico y emocional a lo que está -o presentimos- más allá de las puertas de la realidad, o entreverado a la complejidad del sentimiento. Pero la novedad de este libro (lo que lo une con la mejor y más inquieta poesía joven de este momento) es que esa querida indagación metafísica ni desdeña anticuadamente la realidad -los datos concretos de la experiencia- ni tampoco la claridad, porque la luz más fulgurante contiene también al misterio. «Cuando miras la noche miras algo / más que la noche...», dice el poeta. Es cierto, siempre hay caminos y hechizo por delante, pero la hondura puede no estar negada con la nitidez, y la vida más inmediata, más próxima, es tan plural como sus modulaciones. Una poesía misteriosa y clara, cercana y buscadora de lejanías, es a la que he llamado «la lógica de Orfeo». Javier Cano está también, brillantemente, en esa línea. Sin falsas neovanguardias ni arcaicos conservadurismos. En mitad del bosque.
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