Sin los salones lujosos, sin la homosexualidad masculina, sin el lesbianismo, sin las muchachas en flor amadas en la lejania, en el recuerdo, en su intangibilidad, sin la omnipresencia de la madre, sin el esnobismo y los bailes de la nobleza, no hubiera existido Marcel Proust, (1871-1922) el escritor que le dio el pistoletazo en la sien a la novela decimonónica para dar por inaugurada la novela del S.XX. En los relatos recogidos en "la raza de los malditos" se encuentra su explicación de la homosexualidad masculina, del lesbianismo, la extraña relación con su madre, tótem sagrado y burlón sin cuya presencia hubiera sido incapaz incluso de pedir el té a la servidumbre, y su amor por la mujer en flor, joven, bella, delicada, pura, intangible y lejana, un amor incomprensible para el hombre-hombre, pero quizá el único para el hombre-artista-espectador, que vivió hacia adentro y que imaginamos protegido por las paredes de su casa, por los trajes lujosos, por las amistades aristocráticas, por las refinadas costumbres decimonónicas y los refinados pecados, Afirma Francisco Umbral, "Me gusta tanto Proust que no entiendo a los que leen otras novelas. Del tintero de Proust nace toda la novela del siglo XX." De los relatos de "la raza de los malditos" nace la comprensión de los siete volúmenes de "La recherche" y de muchos de los principales fantasmas de la literatura del S.XX. El siglo XX sufrió, de la tinta de Proust, una de las primeras convulsiones que habría de sobrellevar, pero por el contrano de lo que posteriormente habria de suceder, la que Proust provocó fue una convulsión tan dulce como un exquisito té aromatizado por el perfume de las rosas frescas que había puesto en un jarrón una joven viuda a la que amar sin rozar apenas su piel. |