Proveniente de un establecimiento de salud en Suiza donde un doctor le ha tratado una enfermedad no concretada, el joven príncipe Myshkin (persona esencialmente buena y sin ninguna malicia) regresa a Rusia sin un rublo con el fin de hallar cobijo o ayuda en algunos parientes lejanos. Su aparición e integración en la sociedad de San Petersburgo llevará, precisamente en razón de su carácter, a que todo aquel que entable relación con él, desnudado por su mirada ingenua, sus mansas palabras y sus actos inocentes, experimente un trastorno inesperado en su vida o en sus sentimientos. |