Todos conocemos a personas que han sufrido grandes tormentos en su infancia. Están en nuestro entorno personal o profesional. Son personas que toman antidepresivos, ansiolíticos, calmantes… personas que son desdichadas… que parecen ir de fracaso en fracaso en sus vidas amorosas o profesionales. La mayor parte de las veces, no ven la relación entre lo que vivieron en su infancia y su adolescencia y sus fracasos actuales, sus dificultades para vivir.
Cuando estos niños ya crecidos acuden a terapia suelen descubrir que por fin tienen la posibilidad de reconstruir sus atormentadas historias gracias a la palabra. Pueden dejar atrás el silencio. Sin embargo, hay que lamentar que algunos terapeutas, “formateados” por los códigos morales de nuestra cultura, incitan muy vivamente a sus pacientes a perdonar. Para ellos, el perdón es el objetivo de la terapia, a expensas de la “ecología interna” de estos adultos que se ven mutilados de sus sentimientos más auténticos y más justos respecto a lo que han vivido. Considerar el perdón como el único camino para superar el sufrimiento y liberarse del pasado es dañino, manipulador e ineficaz. |