978-84-460-2944-1 | Título |
La fragilidad de los sabios y el fin del pensamiento | |
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Autores | Bermejo Barrera, José Carlos | |||||
Editorial | Ediciones Akal, S.A. | Nº edición | 1 | Año | Ene/2009 | |
Colección | Historia del pensamiento y la cultura | Nº colección | Páginas | 103 | ||
Materias |
Pensamiento |
Encuadernación | Rústica | |||
Largo | 24 | Ancho | 17 | |||
Idioma | Castellano | |||||
Estado |
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Reseña del libro |
A lo largo de la historia occidental, se creyó en la existencia de un determinado tipo de personas que dedicaron su vida al cultivo desinteresado del saber, obteniendo a cambio de ello un prestigio especial. Las figuras de esos sabios fueron durante muchos siglos la garantía de que las sociedades occidentales podían lograr el acceso sin trabas a la verdad. Sin embargo dichos sabios, desde los filósofos griegos hasta los intelectuales de la Edad Moderna, pasando por generaciones y generaciones de clérigos, fueron en realidad unos seres enormemente frágiles, debido a su carencia de recursos económicos y a su dependencia de los poderes reales: eclesiásticos o políticos. Fue en el siglo XIX, con el nacimiento de la ciencia y las universidades modernas, cuando pareció haberse logrado un cierto equilibrio entre el poder, el dinero y el trabajo intelectual, gracias a la creación de las figuras de los profesores y los científicos, que deberían encarnar a un ser humano dotado de espíritu crítico e incensante y escéptico buscador de unos saberes que nunca habrían de ser definitivos. Con la instauración del sistema de la tecnociencia y del aparato militar-industrial después de la Segunda Guerra Mundial, esa figura ha encontrado ya su fin, al caer en la definitiva dependencia del poder económico y político, con lo que ello supone de pérdida de la dignidad que los reductos académicos garantizaban. Y el discurso que esos sabios han construido en torno a dos campos –el de la enfermedad mental y el de la cosmología– pone de manifiesto sus propias debilidades humanas, así como su vana pretensión de lograr la verdad definitiva, gracias a la construcción de unos saberes «cerrados» y «perfectos». |
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