De niños, viejos y enamorados, de Leandro Herrero. Los protagonistas de este minilibro de minicuentos nacen, se enamoran -o eso quieren creer- y, ya caducos, mueren. Aunque puede que ocurra al revés. Quizá primero desmueran, luego se desenamoren y, finalmente, desnazcan. Lo mismo da. El orden de los factores de sus minividas nunca alterará el producto: nada. Estos personajes no son nada. Microespacios-Entretiempos, de Twiggy Hirota. Constituye un pequeño rincón que se ha ido formando a pinceladas, retazos y fragmentos de una vida desordenada que intenta encontrar una razón de ser en la crítica de un mundo atroz, incomprensible y absurdo. Es en la palabra y en la mirada microscópica donde la autora se siente más cómoda. El impostor, de Mateo de Paz. Vivimos en un mundo de mentiras, fracasos y contrariedades. Las macronarraciones que han formado parte del acervo común, fundamentalmente la Biblia, ya no sirven para dar cuenta de los fragmentos de la realidad del mundo. El fracaso de los personajes es en realidad una forma de felicidad, una impostura, una mentira vital que sustituye al referente original, no siempre verdadero. |