| "Creo que sólo se puede expresar el misterio de la existencia humana empezando a contar las historias donde el realismo naturalista termina: es preciso hablar más de lo que no comprendemos que de lo que comprendemos", dice Gustavo Martín Garzo -uno de los narradores más profundos y originales del panorama literario español y Premio Nacional de Literatura de 1994 con El lenguaje de las fuentes- y desvela así la índole más bella y secreta de El pequeño heredero: "El amor, la fascinación de un niño por una muchacha. En la medida en que ésta le hace depositario de algo, le nombra su heredero. ¿Heredero de qué? De un legado, de una carga. Alguien que lleva cosas sobre sus espaldas, que con ese ir y venir será cada vez más el nexo de unión de esa comunidad". Realismo extraño y violento, fusión entre animales y hombres, ausencia de límites entre la realidad y el sueño, hasta lograr la deslumbrante realización de una literatura que, como escribe el propio Garzo, le permita hablar de sus dos "obsesiones básicas: la lucha contra el mal y la espera salvadora de la gracia". |
