«La fallecida tiene 27 años, estudiante, le han asestado varias puñaladas». Es la primera información que obtiene el comisario Konstantin Kirchenberg, jefe de la brigada de homicidios, cuando le llaman a las dos y media de la madrugada de la comisaría. Su colega Zimmermann, de la unidad de criminalística, le informa de que hay una testigo. Gudrun Wierwich, la compañera de piso de la estudiante asesinada. Kerstin Baum ha visto huir al presunto autor. Junto con su colega Ulla Wiesing, de la policía de guardia, Kirchenberg se dirige al lugar del crimen. Un sospechoso es detenido, pero Gudrun Wierwich no puede identificarlo en una rueda de reconocimiento, y el propio comisario Kirchenberg tiene dudas de que el sospechoso sea realmente el asesino.
Sus investigaciones se desarrollan con tantas dificultades como su flirteo con Ayse, la hermosa camarera de un restaurante turco. Mediante un nuevo interrogatorio a Gudrun Wierwich, el investigador descubre que Kerstin había entablado contacto con jóvenes y guapos ejecutivos en un gimnasio en el que entrenaba con regularidad…
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