Los caprichos del pintor Francisco de Goya fueron entregados a la Inquisición española: dibujos heréticos, insolentes, subversivos, impresiones del horror, imágenes visionarias. La duquesa Cayetana de Alba, la mujer a quien Goya estaba estrechamente unido, los juzgaba brutales, bárbaros y de mal gusto. El amigo del pintor, el poeta Quintana, los elogia: “Goya da forma visible al miedo profundo y encubierto que paraliza al país”. Podrá creerse solo una cuestión de tiempo que el santo tribunal consiga aniquilar al hereje y destruir su obra… Pero el nuevo arte del pintor, audaz y obstinado, acaba triunfando sobre el fantasma de la arbitrariedad inquisitorial. |